antecedentes






A lo largo de los siglos la prostitución ha constituido un fenómeno social es decir que nació, aparentemente desde la aparición del hombre en sociedad así, se le denominó “el oficio más antiguo del mundo”. Menciona la Biblia que “Cuando Yavé comenzó a hablar por medio de Oseas le dijo el profeta: Anda y cásate con una de esas mujeres que se entregan a la prostitución y ten hijos de esa prostituta. Porque el país se está prostituyendo al apartarse de Yavé”(La Biblia, 1972).


Todo lo cual, independientemente de lo religioso, está señalado el contexto social del momento. Si bien encontramos la prostitución desde los orígenes de la humanidad, su concepción ha sufrido varios cambios que resultan explicables si se toma en cuenta su desarrollo en los diversos países conforme a su cultura y civilización.

El término de prostitución define a cualquier mujer u hombre que lleva a cabo el coito con compañero o compañera, en cuya elección se excluye el factor emocional o afectivo, constituyéndose así la retribución monetaria en la finalidad relevante de dicha actividad. (Franco, 1973)


Fisiológicamente, proviene de la palabra latina prostitutio, enis: “acción y efecto de prostituit o prostituirse”. Prostituir, prostiture, referido a “exponer públicamente a todo género de sexualidad y torpeza de esta índole; exponer, entregar, abandonar a una mujer a la pública deshonra o corromperla (Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española: 1939) y desde el punto legal, se define a la prostitución como “el tráfico vergonzoso que una mujer hace de sí misma”. (Escriche, 1920)




También es interesante la definición desde el punto de vista psicológico porque toma a la prostitución como “aquella actividad que denota una autodenegación artificial al ego, que sirve a tendencias de autocastigo basadas en sentimientos de culpa; en otros casos el castigo va dirigido contra la familia, especialmente del padre”. (Álvarez, 1970)

Considerando estas definiciones acerca de la prostitución puede afirmarse que concuerdan en el hecho de que la actividad es una forma de degradación humana que consiste en poner en juego la sexualidad a través de su comercialización; se completa con que sus actos repercuten contra quien la ejerce, contra quien la compra y contra la misma sociedad.

La magnitud del problema de la prostitución femenina es tan amplio como el enorme número de vocablos con que se la llama, define y conoce.

Se ha repetido innumerables veces que la prostitución es un fenómeno social cuyos orígenes se pierden en los tiempos más remotos, pero a lo largo de la historia de la humanidad la prostitución ha pasado por distintas fases hasta el punto de darse en la forma en que actualmente la conocemos; tiene varias dimensiones y efectos generalmente negativos.





Vista desde su proceso social se plantea como un fenómeno que puede manifestarse desde diferentes ángulos: la prostitución hospitalaria, donde el jefe de familia ofrece a las mujeres de la casa al huésped (Bebel, 1989); la prostitución sagrada, practicada en los templos y muy común entre babilonios, sirios y fenicios (Franco, 1973); la prostitución civil, instaurada por primera vez por Solon en Grecia, donde fue reglamentada y censurada. En México fue tomada como la consideraron los romanos. (Franco, 1973)

En el medio histórico nacional los antecedentes de la prostitución se remontan a al época prehispánica y se refiere a la prostitución hospitalaria; (Moreno, 1966) las mujeres llamadas ahuianime o alegradoras, se dedicaron a ejercer la prostitución civil hasta la llegada de los españoles. La sociedad indígena reconoció a las alegradoras de la vida refiriéndose a ellas como “preciosa flor de maíz tostado” ó “bebida que embriaga con flores”.





La alegradora
Con su cuerpo da placer,
Vende su cuerpo...
Se yergue, hace meneos.
Dizque sabe ataviarse,
Por todas partes seduce...
Como las flores se yergue...
No está quieta,
No conoce el reposo,
Su corazón está siempre de huída,
Palpitante su corazón...
Con la mano hace señas,
Con los ojos llama.
Vuelve el ojo arqueado,
Se ríe, ándase riendo, muestra sus gracias. (León Portilla, 1978)

La conquista española trajo en buena parte la destrucción de las estructuras indígenas y superpuso las europeas que fueron de carácter político, jurídico, económico, social e ideológico; entonces varió el concepto que se tenía del oficio.

Consumada la conquista espiritual, la Iglesia Cristiana condenó la poligamia, la bigamia, el adulterio, la homosexualidad, el estupro, la violación y por supuesto, la prostitución, debido a que con estas prácticas se violaba el sexto mandamiento, no fornicarás, lo que demuestra las múltiples prohibiciones que se erigieron en torno a la sexualidad. (Castañeda, 1989)

En el proceso de la historia de nuestro país, se advierte que en los periodos de agitación durante la Independencia, la etapa de la Reforma, y la Revolución Social del siglo XX, la prostitución aumentó en forma considerable; incluso en esos especiales momentos fue considerada como un síntoma de verdadera crisis social. Así que, por supuesto, la presencia de la prostitución en el devenir de México no se limita exclusivamente al periodo porfirista




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